En 2020 con el fin del confinamiento y tras superar la primera ola de la pandemia, se pudo volver a “la nueva normalidad” con medidas restrictivas menos severas. Y entre las muchas cosas que los ciudadanos querían recuperar en sus vidas estaba el deporte. Lo que no todos se esperaban es que el padel se viera beneficiado de esta situación, y aunque muchos centros tuvieron que echar el cierre, los que aguantaron han sufrido un colapso de reservas tras el permiso por parte de las autonomías para la práctica de deporte colectivo.
Ya en 2019 nuestro deporte superó por primera vez al tenis en fichas federativas, según los datos del Consejo Superior de Deportes (CSD), sumó 75.818 licencias en 2019, 4.727 más que el deporte de raqueta por excelencia. Algo a destacar sin duda, pues el padel es un deporte todavía en pañales en comparación a la centenaria tradición con la que cuenta el tenis, así como otros tantos deportes practicados mundialmente.
En la última década las fichas federativas subieron un 283% propiciado por la facilidad y accesibilidad del propio juego, que consigue divertir a los más neófitos, engancharlos con facilidad y conseguir rápidos progresos. Muchos ex-practicantes de otros deportes más exigentes acaban en el padel, pues pueden volver a sentir esa competitividad que antaño les motivaba, pero que con el paso de los años (resignados) han tenido que dejar de lado. Además, el carácter social de este deporte consigue que familias enteras terminen jugando, incluida la facilidad para competir en torneos o ligas, y por supuesto no nos olvidamos de posiblemente lo más importante, las cervezas post partido.
Un deporte el padel que además está muy integrado entre el público femenino, siendo un 32% del total de las fichas federativas. Y por si fuera poco a nivel profesional dominamos de igual manera, siendo españoles los 3 mejores jugadores del mundo masculinos y las 12 mujeres que dominan el ranking mundial.
Tras el primer y duro golpe del covid-19, el pádel fue uno de los pocos deportes que salió casi indemne (aunque muchos clubes echaron el cierre durante la cuarentena y las posteriores restricciones) pues el número de federados se mantuvo estable con 75.548, solo 270 menos que en 2019. En el fútbol femenino, por ejemplo, otro deporte que detuvo su actividad por la pandemia, el descenso anual fue enorme, de 52.653 fichas a 33.138 (una caída del 37%), según datos de la Real Federación Española de Fútbol. En palabras de Ramón Morcillo, presidente de la FEP, el padel: “Se ha asociado con un deporte seguro: una pista de 10 metros de ancho por 20 de largo con cuatro personas prácticamente sin posibilidad de tocarse. Con los cierres restrictivos para el deporte no federado, en muchas comunidades ha habido un efecto contrario, un aumento de licencias”. Gracias a asociarse como deporte seguro, ha hecho que muchos se hayan iniciado en el padel más amateur y estén experimentando sus primeros pasos en este mundo. Para aquellos que estén comenzando y quieran usar el mejor material, aquí os dejamos las mejores palas de padel del 2021.
Con todo este batiburrillo de leyes y decretos cada semana sobre restricciones que afectan a diferentes colectivos, y que algunas comunidades acogen y otras no, al final ha resultado difícil practicar deporte con seguridad. Por supuesto el padel se vio afectado cuando las restricciones eran más exigentes, puesto que solo se permitía jugar a los deportistas federados. Así pues, echa la ley, hecha la trampa. La ficha federativa funcionó en muchas comunidades como salvoconducto. Dos ejemplos de estas regiones son Galicia y Andalucía, donde las fichas subieron en 2020 un 14% y un 28%, respectivamente. Sin ella, los jugadores que acudían a los clubes se arriesgaban a recibir una multa si los paraban y no tenían justificante. Un sinsentido porque si el deporte era seguro lo era igual para todos, los que pagan su cuota a la federación y los que no. Pero como sucede en otros muchos ámbitos de nuestro país, no le buscaremos más explicación que un simple afán recaudatorio.